Afrontamos un nuevo año con una mejora de perspectivas y un mercado claramente “resiliente” ante eventos de perfil más político que económico. Dejamos atrás acontecimientos relevantes, cuyos desenlaces han sido tan inesperados como posibles: el referéndum a favor del Brexit y la victoria electoral de Trump en EE.UU. En ambos casos el resultado ha sido mucho más favorable de lo esperado y así, permanecerá en el corto plazo. De hecho, la OCDE ha revisado sus estimaciones de crecimiento al alza, gracias a la mejora de EE.UU. y de la UEM, que serían suficientes para compensar la desaceleración de China y de Reino Unido. No obstante, a medio y largo plazo perdura la incertidumbre política y el ciclo expansivo avanzará a un ritmo de crecimiento bajo. La volatilidad es una nueva normalidad.


En EE.UU. hemos pasado del Catastrump al Trumpolín. Lo que antes se “temía” parece que será el impulso para el crecimiento y la inflación en los próximos trimestres. Sin conocer cuáles serán las medidas concretas que implementará la Administración Trump, apuntan - según el programa electoral - en la siguiente dirección: (i) En una 1ª fase, cuantiosas inversiones en infraestructuras y estímulos fiscales (rebaja del Impuesto de Sociedades hasta el 15% y el marginal máximo del IRPF hasta 33% desde 39,6%) que incentivan el consumo, fomenta el empleo y elevara las expectativas de inflación. De manera que la Fed (próxima reunión 13/14 dic.) cuenta con un terreno más llano para la normalización de su política monetaria (aumento de tipos de interés) y recuperar herramientas que amplíen su margen de maniobra para reaccionar ante futuras crisis. (ii) En un 2ª fase, la escalada del gasto público y los menores ingresos por la recaudación de impuestos redundarán en un incremento del déficit fiscal y de la deuda pública.


La Eurozona avanza a un ritmo más fuerte de lo esperado, a pesar del Brexit. Pero afronta una serie de hitos (4 de diciembre referéndum en Italia y elecciones en Austria, entre 5/8 diciembre el TS británico tomará la decisión final sobre el Brexit/Parlamento y en 2017 hay cita con las urnas en Holanda, Francia y Alemania) que alimentarán la incertidumbre política y económica. De momento, el BCE aplaza el cumplimiento del objetivo de inflación (2%) hasta 2018/19. En la reunión del 8 de diciembre, Draghi podría insinuar el comienzo del tapering y/o que prolonga el QE más allá de marzo de 2017.


Los emergentes, tras la victoria de Trump, presentan reducida visibilidad. Sus divisas se han depreciado significativamente y algunos bancos centrales (como el de México y Turquía) han subido tipos para compensar las caídas. El acuerdo alcanzado por la OPEP debería ayudar a corregir parte de los desequilibrios de la Balanza por Cuenta Corriente de los emergentes productores de petróleo. No obstante, los riesgos son elevados e insistimos en nuestra recomendación de no invertir en estas economías. India sigue siendo, en nuestra opinión, la única excepción con buenas perspectivas en el medio plazo. Tras el inesperado canje de billetes implementado por el Gobierno para frenar la corrupción, el blanqueo y la economía sumergida es probable que el PIB se resienta en el corto plazo (PIB 3T´16 +7,3% vs.+7,1% en 2T´16), para mejorar de forma estructural en el medio plazo gracias a una mayor recaudación fiscal y aumento del crédito bancario.


Por último, en Japón la reciente depreciación del yen dará un respiro al sector exterior. Pensamos que será insuficiente para equilibrar el deterioro de la demanda interna (consumo de las familias e inversión empresarial). Además, la amenaza de Trump sobre los tratados comerciales internacionales es un riesgo a la baja para su economía, al ser EE.UU. el 2º socio comercial de Japón (después de China).