Definitivamente, la respuesta es “NO”. A los mercados confluyen inversores en busca de un rendimiento basado en un estudio pormenorizado, ya sea por technicals -con la ayuda de gráficos- como por medio de fundamentals (fundamentos de la empresa en cuestión).

Pero entonces, ¿de dónde viene la comparación entre los mercados bursátiles y los casinos? Podríamos acercar la siguiente definición: “la bolsa es un casino para quien no sabe lo que está haciendo”.

Cuando abrimos un negocio debemos realizar un estudio detallado de dónde ubicarlo, si es mejor comprar una franquicia o crear una marca. También debemos realizar un estudio de mercado del público objetivo y de sus gustos y tener un presupuesto en publicidad para difundir dicho emprendimiento. El mundo bursátil no es tan distinto: no solo se necesita un análisis previo sino además debemos contar con una estrategia y un método para operar que nos proteja de los riesgos.

Existe una razón fundamental para que la gente crea que la Bolsa es un casino: la falta de conocimiento de los mercados. Esto comienza cuando le hacemos caso a los rumores, a los consejos de aquellos que se siguen en las redes sociales o a los “consejos” de nuestros amigos, allegados y familiares desconocedores del tema.

Regla N°1: no todos están preparados para desenvolverse en un ambiente tan difícil de entender y analizar o demasiado técnico. Si se dispone de informes contables de varias compañías, éstos pueden carecer de credibilidad. Ese tipo de inversor no sofisticado se dirige al mercado en busca de un beneficio rápido, pero indudablemente carece de una estrategia para acotar los riesgos.

Si logramos aprender cuándo es el momento indicado para salir de una posición, se reducirán los riesgos. Hasta podemos programar en forma automática, ya sea con una ganancia (exit) o con una máxima pérdida posible (stop loss).

Muchas veces son los inversores con escasa formación técnica quienes provocan las bajas cuando “sobrereaccionan” a los hechos (overshooting) y capitulan o bien toman dinero prestado para apalancar sus posiciones y, ante una baja, están obligados a vender y cerrarlas para devolver el capital tomado.

El célebre Benjamin Graham, autor de diversos libros sobre finanzas, ha hecho una cabal distinción entre un verdadero inversor y un especulador. El “padre” del Value Investing (inversión en valor) definió una operación de inversión como aquella en la que después de realizar un análisis exhaustivo, promete un rendimiento acorde al riesgo acotado.

Por otro lado, consideraba como especulativas aquellas que no satisfacen los requisitos anteriores. “Hay que distinguir entre las inteligentes y conscientes, y las no inteligentes: especular creyendo que se está invirtiendo”, explicaba Graham.

Los especuladores inteligentes saben que en la Bolsa se redistribuye el riesgo, se canaliza el ahorro y se fomenta la inversión, con beneficios para la economía en su conjunto. Además, saben que el primer término está asociado a la propia naturaleza de las inversiones y que deben minimizarlo.

Si bien en los mercados el factor “suerte” influye notablemente, existen pocos elementos que se le atribuye al azar. Es decir, son dos cosas bien distintas: en un casino, la casa siempre gana a largo plazo porque sabe controlar sus pérdidas, más allá de que algún jugador pueda sacarle el premio mayor. Y ésta es una cuestión clave para tener en cuenta al momento de invertir: no dejar librado al azar nuestras operaciones porque se convertirán en simplemente una apuesta.

¿Cuál es la información realmente importante?

Toda información relevante es aquella que viene de la mano del fundamental: toda la data política, social y económica que tiene gran impacto o podría afectar a la oferta y demanda de una acción determinada. Además, esta información debe complementarse con el análisis técnico que estudia el movimiento de los precios y el volumen operado. La ayuda de los gráficos, con osciladores asociados -y observando períodos y precios históricos- permite la identificación de determinados patrones y tendencias recurrentes en el tiempo, que pueden repetirse en el futuro.

En los casinos, la banca tiene una ventaja matemática sobre el apostador ya que las máquinas tragamonedas están programadas de antemano o bien porque las probabilidades estadísticas arrojan la certeza a largo plazo –independientemente de las jugadas- perderá en todas las apuestas.

En ese período de tiempo se cumple la lógica: si uno gana al comienzo, lo más probable es que el casino “vuelva por lo suyo” y que luego termines perdiendo en las siguientes apuestas.
Apostar es jugar con probabilidades aleatorias en un escenario asimétrico donde uno tiene más posibilidades de perder y la banca de ganar. En cambio, el hecho de invertir puede interpretarse como un “juego” simétrico, en donde todos tienen las mismas oportunidades.

Obviamente, en la práctica, si uno cuenta con información de mejor calidad que el resto, las posibilidades de ganar en la bolsa serán mayores en lugar de cerrar los ojos y apostar al azar.