Para mucha gente, la bolsa es adictiva. De hecho, existen centros de desintoxicación para “ludópatas bursátiles”, es decir, inversores que no pueden desconectar de la información sobre los mercados, y que por eso acaban cayendo en una dependencia muy perjudicial tanto para su salud como para su economía.

La facilidad para acceder constantemente a ese tipo de información ha sido generada por las nuevas tecnologías, y esta adicción es una consecuencia de ese hecho: hoy en día, con un solo clic, podemos ver en nuestra computadora, tablet o teléfono móvil lo que está haciendo la bolsa en tiempo real.

Sin embargo, estar pendientes todo el tiempo de los datos que arrojan los mercados no va a cambiar los resultados de nuestra inversión; por el contrario, nos confundirá y caeremos en un estado de ansiedad continua.

Hay que tener en cuenta que, de veintiún días mensuales hábiles en la bolsa, sólo tres son tendenciales, mientras que los restantes dieciocho son laterales.

Osea que, desde un punto de vista lógico, será suficiente con mirar la bolsa cada quince días. Si la miramos cada día, estaremos perdiendo nuestro tiempo. Y verla cada quince días es como ver día y medio en tendencia.

La bolsa de valores más antigua del mundo es la de Ámsterdam, que se fundó en 1602, para que la Compañía Holandesa de las Indias Orientales hiciera tratos con sus acciones y bonos. Esta bolsa publicaba una vez a la semana un boletín que servía de punto de referencia de las transacciones, porque en el siglo XVII... ¡ni siquiera se había implementado el telégrafo!

¿Imaginó alguna vez a los inversores de aquella época preocupados por lo que pasaba a miles de kilómetros cuando la información tardaba tanto en llegar?

Hasta la década de 1990 no se generalizó el uso de Internet, y con él llegó el acceso a la información bursátil. Sin embargo, antes de ese momento, las bolsas subían y bajaban exactamente igual, y había muchos inversores ganando dinero con un acceso menos inmediato a la información.