El crack del 87 o Black Monday (lunes negro) fue uno de los peores días de la historia de la Bolsa de Nueva York. El crack de 1987 tuvo su cénit el 19 de octubre y se registra como la mayor pérdida de una sesión en la historia del Dow Jones: se desplomó 508 puntos, un 22,6% y cerró en 1.738 puntos. El crack del 87 anuló en una sola sesión bursátil buena parte de las ganancias que se habían acumulado durante cinco años de subidas continuadas en la Bolsa de Nueva York. Hizo que los cimientos de la mayor bolsa del mundo, Wall Street, se tambaleasen por el pánico de millones de inversores que se lanzaron en masa a vender sus acciones.

El desplome del crack de 1987 causó pérdidas de más de 500.000 millones de dólares entre los inversores. Supuso un jarro de agua helada para pequeños y grandes inversores en una época en la que el olor del dinero atrajo a muchos especuladores.

El lunes negro tuvo su prólogo el viernes anterior, cuando el Dow Jones bajó un 4,6% ó 108 puntos en medio de un clima de temor a una devaluación del dólar, pero nadie imaginaba entonces que en la próxima sesión bursátil el pánico cundiría en Wall Street y que este índice se desplomaría 508 puntos.

En horas, la bola de nieve se transformó en pánico global. Cuentan las crónicas de la época que un fallo en el recién instalado mercado electrónico y en el mercado de derivados fueron la chispa que dispararon las alarmas. Fue la excusa.

Se siguen discutiendo las causas de ese crack del 87 sin llegar a respuestas concluyentes. Se barajan muchas causas: déficit comercial récord alza de tasas a causa de la elevada inflación, guerra Iran-Irak y el consecuente problema de suministro de petróleo, y problemas en el mercado inmobiliario. Y es que esta crisis bursátil incluso pilló desprevenido a Alan Greenspan, que hacía dos meses había sido nombrado presidente de la Reserva Federal de EEUU (FED) y que ese lunes volaba a Dallas (Texas) para acudir a una reunión de la Asociación de Banqueros Estadounidenses.

Cuando aterrizó, Greenspan preguntó qué había pasado con la Bolsa y un ayudante le dijo que había bajado “cinco, cero, ocho” y el presidente de la Reserva se mostró satisfecho porque entendió que sólo había caído 5,08 puntos, pero la cara del asesor le reveló que en realidad había caído 508 puntos.

Entonces, la Fed también se mostró dispuesta a ofrecer una red de seguridad a los bancos al afirmar su “disposición como fuente de liquidez para respaldar el sistema económico y financiero”.

En 1987 Japón asumía el papel de temible rival económico. “El mercado estaba muy caro y estaba buscando alguna excusa para reaccionar”, comentaba a varios medios norteamericanos, John Phelan, el que fuera presidente del New York Stock Exchange (NYSE). Había temores inflacionistas y la inflación era muy alta. Los tipos de interés estaban subiendo. Buen caldo de cultivo para que estallase produciendo el crack de 1987.

La caída comenzó en Hong Kong, se propagó hacia el oeste a través de los husos horarios internacionales……llegó a Europa y, por último, a Estados Unidos.

Un factor común a varias crisis financieras (1929, 1987) son las bombas de relojería financiera, como algunos han denominado a los vehículos de inversión altamente apalancados que terminaron por caer a las primeras de cambio de las condiciones de restricción del crédito. Funcionaban y actuaban con base en el endeudamiento, el crédito y la revalorización de los activos en los que invertían. Conforme la crisis fue avanzando fueron cayendo por las ventas forzadas de participaciones y ejecuciones de las garantías en las que apoyaban sus inversiones.

El crack del 87 llegó tras un lustro de euforia, el del 29 tras una década. La parte positiva de la historia, ya que no hay mal que cien años dure, es que incluso en una de las depresiones económicas más severas de la historia la bolsa empezó a remontar.