Una economía y un mercado laboral sólidos pueden ser excelentes para los trabajadores estadounidenses en general. Sin embargo, en algunas comunidades de inmigrantes de clase trabajadora, sus efectos podrían terminar siendo devastadores.

Por el momento, el mercado laboral es más ajustado para los trabajadores de servicios mal remunerados. Es por eso que las grandes compañías están aumentando sus salarios mínimos tan rápidamente: a partir de este año, los empleados de Walmart ganarán al menos US$11 por hora.

Dichos trabajos ahora a menudo incluyen beneficios de paternidad y dinero para continuar la educación. Esta es una de las tendencias más positivas en el mercado laboral.

Pero considere los efectos sobre empresas pequeñas dirigidas por inmigrantes. ¿Cuántos de ellos pueden pagar a trabajadores principiantes más de US$ 10 por hora y ofrecer además un conjunto de beneficios?

A aquellos que no puedan hacerlo, se les hará difícil competir y es posible que tengan que cerrar. Los restaurantes enfrentan un desafío único: capacitar a alguien para que voltee hamburguesas es una cosa, pero encontrar cocineros indios o vietnamitas es otro asunto, especialmente si deben ser bilingües. En mis propias incursiones gastronómicas, he visto que son cada vez más los anuncios en busca de empleados para restaurantes que duran semanas o meses.

La siguiente pregunta: ¿qué sucede con los locales vacíos cuando cierran restaurantes y otras empresas que necesitan mucha mano de obra? Cualquier nuevo negocio similar enfrentará los mismos obstáculos. Más aún, una economía en crecimiento aumentará los valores de los terrenos, especialmente en las áreas urbanas de "clase A".

Como resultado, las inmobiliarias pondrán su mira en los vecindarios de inmigrantes, donde los terrenos son más baratos. La inversión en bienes raíces cambiará el carácter de dichas comunidades, eliminando los edificios relativamente antiguos y baratos que han dado a las empresas de menor costo la oportunidad de prosperar.

Al mismo tiempo, los millennials están madurando e intentan establecerse y formar familia. En un momento en que los inventarios de viviendas son bajos en todo el país, ¿dónde van a comprar casas? Una vez más, los barrios de inmigrantes estarán en juego.

Al igual que con los edificios comerciales, las viviendas tienden a ser más antiguas y más baratas. La conversión de esos sectores en lujosos complejos de viviendas se convertirá en una opción más atractiva que el pago de reparaciones en viviendas de menor precio.

Combatir tal aburguesamiento será difícil, dado que los vecindarios de inmigrantes tienden a tener bajas tasas de votación.

Los cambios demográficos de inmigración también desempeñarán un papel. Desde la crisis financiera del 2008, los nuevos inmigrantes han tendido a provenir de países asiáticos como China e India, con niveles más altos de educación y preferencias diferentes de vivienda.

Y las tasas de natalidad de los inmigrantes están disminuyendo más rápidamente que las de los estadounidenses nacidos en el país, lo que tal vez le da a la clase trabajadora la capacidad de vivir en comunidades más adineradas con mejores escuelas. Todo esto conducirá inevitablemente a un cierto vaciamiento de los barrios más viejos de inmigrantes, incluso en ausencia de presiones económicas.

La cara de la inmigración de Estados Unidos está en constante cambio. Es posible que la ola de inmigrantes hispanoparlantes esté llegando a su fin, al igual que ocurrió con la ola irlandesa e italiana hace más de un siglo, pero esto no significa el final de las comunidades de inmigrantes.

Si se pregunta dónde se desarrollará el próximo próspero escenario de inmigrantes, busque vecindarios con habitantes ancianos y edificios que tengan por lo menos 20 o 30 años. Idealmente, también deberían tener mucho espacio comercial y minorista subutilizado, ubicado donde pueda servir de ancla para la comunidad. En otras palabras, suburbios decadentes con centros comerciales agonizantes.