Se presenta en cinco etapas y se aplica, en términos generales, a todas las tecnologías disruptivas. Si bien Internet ha generado numerosas innovaciones disruptivas, el mundo probablemente nunca haya visto algo como las criptomonedas.

Un recurso descentralizado e inconfundible, en la superficie, parecería ser el Santo Grial que los gobiernos abrazarían por razones obvias. Y, sin embargo, no fueron los gobiernos quienes inventaron el concepto de criptomonedas nacionales, sino ciudadanos privados.

El primero fue presentado al mundo en marzo de 2014 por una misteriosa persona llamada “Baldur Friggiar Odinsson”, y fue recibido con un merecido escepticismo. En última instancia, Auroracoin fracasó y se ha convertido en poco más que una nota a pie de página en la historia del movimiento cripto.

El gobierno islandés nunca lo reconoció, y mucho menos lo apoyó, y la criptosfera también lo ignoró en gran medida. Actualmente se encuentra en US$ 1,22, con un suministro total de poco menos de 9 millones de unidades en circulación. Baldur, como Satoshi Nakamoto, nunca ha salido de las sombras.

Pegado a los talones de Baldur vimos a otro seguidor presentar una cripto nacional, Payu Harris. Su creación, Mazacoin, fue supuestamente diseñada para beneficiar a la nación Oglala Sioux, en Pine Falls, Dakota del Sur.

En teoría, esto habría sido una bendición para una población que podría beneficiarse en gran medida de la afluencia de efectivo de los inversores, pero, desafortunadamente, también se esfumó debido a una combinación de factores, incluida la oscuridad, la falta de responsabilidad y una sobreabundancia de oferta. Actualmente está ubicado en US$ 0.001220, con un suministro de más de mil millones de monedas en existencia.

Luego vimos a Isracoin, que se suponía que iba a beneficiar al pueblo de Israel, a través de un sistema de distribución detallado y altamente organizado que conduciría a una adopción generalizada. Desde entonces ha desaparecido de la faz de la tierra.

Y finalmente, surgió la primera criptomoneda nacional verdadera, ya que Ecuador anunció planes para prohibir a Bitcoin e introducir su propio sistema de dinero electrónico.

A diferencia de Bitcoin, que está completamente descentralizado, Ecuador intentó casar este nuevo sistema con el dólar controlado por el gobierno. El nuevo sistema se limitaría a residentes y ciudadanos y estaba destinado a operar como Venmo, donde los pagos podrían hacerse no sólo en teléfonos inteligentes, sino también en teléfonos celulares corrientes.
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Para diciembre de 2017, había 10 naciones que habían creado o tenían planes para crear sus propias alternativas de Bitcoin. Y todos los que se han presentado han fallado, lo que no inspira confianza para quienes están en las etapas de planificación.

Lo que nadie parece estar preguntando es ¿por qué? ¿Por qué Dogecoin, Litecoin y otros sistemas descentralizados han tenido un éxito considerable, mientras que estos otros han fallado por completo? La lógica dicta que una comunidad firmemente establecida que emplee personas con títulos avanzados y financiada por impuestos debe ser más fuerte que un meme, pero la realidad ha decidido que no quiere seguir ese plan.

Considere por un momento que el Coliseo de Roma fue construido sin la ayuda de equipos a vapor. Utilizando nada más que músculos y máquinas simples como el aparejo, la polea y el trineo, esta maravilla de la ingeniería sigue siendo impresionante más de 2 milenios después de su construcción.

Si los romanos no hubieran rechazado esta innovación, realmente no se sabe lo que pudieron haber logrado. Sin embargo, al carecer de los canales de comunicación adecuados y de una audiencia receptiva, la idea fue ignorada por completo.
Este no es, de ninguna manera, un incidente aislado. La historia mundial nos muestra, una y otra vez, cómo se introducen las ideas, pero no se adoptan, a menudo por razones extremadamente arbitrarias. La causa habitual es la falta de información o la falta de canales de comunicación para compartir la información.

Aún así, incluso cuando existen tales canales, cuando la información está allí, la innovación aún no se difunde, ni adopta. Como evidencia, no necesitamos buscar más allá de la erradicación del escorbuto, cuya cura se conocía desde 1507. Y, sin embargo, la marina británica no adoptó la cura hasta el siglo XVIII, porque el Establishment rechazó la idea de que los pobres miserables en los barcos podrían saber de lo que estaban hablando.

No es diferente con las criptomonedas ahora, en realidad. Hay muchos males que se pueden curar con fichas que no se pueden perder, pero la adopción de esta innovación se opone con firmeza a figuras establecidas que sí tienen mucho que perder.

Esto no quiere decir que el crecimiento de Bitcoin sea frenado por una camarilla sombría de conspiradores, aunque eso es realmente parte del problema, pero no de la manera en que la mayoría de las personas asumiría.

Las criptomonedas pueden hacer del mundo un lugar mejor, pero para llegar a eso hay que superar algunos escollos primero. El primero de ellos es la falta de educación necesaria que permita a los adoptantes tomar una decisión informada sobre la viabilidad de este recurso.

Y la gran ironía de la era de la información es que, si bien ahora tenemos acceso a más de ésta que en cualquier otro punto de la historia humana, continuamente estamos ahogando los bits útiles con el ruido blanco de millones de bytes sin importancia.